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Crítica al Declive de Petroleras Estatales en América Latina: Un Diagnóstico Explosivo
En el corazón de Veracruz, México, la mañana se siente distinta. El olor a gasolina persiste, pero la actividad ha mermado. Jorge Ramírez, un trabajador de 47 años en una de las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex), explica: “Antes, este lugar estaba lleno de vida. Ahora, todo parece detenido. Los equipos viejos, los recortes de personal, la falta de inversión… Siento que Pemex está naufragando y nadie hace nada.”
Pemex, una vez orgullo nacional, enfrenta en 2025 el mayor endeudamiento de su historia, con pasivos que superan los 110,000 millones de dólares. A pesar del respaldo del gobierno, la empresa no ha logrado recuperar su productividad, cayendo de más de 3 millones de barriles por día (bpd) a menos de 1.7 millones. “La refinería de Dos Bocas, un megaproyecto de López Obrador, ha incrementado el gasto público sin aportar el retorno esperado,” declara Ana Sánchez, economista especializada en energía.
La situación de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) es aún más dramática. En 2025, la producción de crudo se ha estabilizado en torno a 700,000 bpd, una fracción de los 3.5 millones de los años dorados. “La corrupción y el colapso de las infraestructuras han dejado a PDVSA en ruinas,” cuenta María Gómez, una ex trabajadora del sector. “Los técnicos se han ido, y los que quedamos luchamos por mantener la operación con los recursos que hay.”
Aunque Estados Unidos relajó algunas sanciones en 2023-2024, los beneficios han sido limitados. Aliados como China e Irán han proporcionado capital, pero a un costo alto, comprometiendo la soberanía. “PDVSA, que alguna vez financiaba al país, hoy es un lastre,” sentencia Carlos Fernández, analista político.
En Perú, Petroperú atraviesa una de sus peores crisis financieras. La modernización de la refinería de Talara, que costó más de 6,000 millones de dólares, ha endeudado a la empresa a niveles insostenibles. “La refinería de Talara era el sueño de muchos, pero ahora se ha convertido en una pesadilla,” dice Humberto Ríos, sindicalista. “La falta de gestión y la falta de transparencia han llevado a la empresa al borde del default.”
En 2024, Petroperú perdió su calificación crediticia y requirió apoyo directo del Ministerio de Economía. Con una operación centrada en la refinación y transporte, y sin activos significativos de producción, su modelo es desbalanceado y su futuro, incierto.
En Ecuador, la fusión de Petroamazonas y Petroecuador no ha resuelto los problemas estructurales. En 2023, un referendo nacional frenó uno de los proyectos más importantes del país, el bloque ITT en el Parque Nacional Yasuní. “La inestabilidad política y los escándalos ambientales han mermado la confianza del mercado,” explica Paola Vargas, activista ambiental. En 2025, la producción ha caído por debajo de los 450,000 bpd, con un impacto fiscal significativo.
Colombia, a diferencia de los demás, no ha perdido totalmente su capacidad operativa. Sin embargo, Ecopetrol atraviesa una crisis reputacional y estratégica. “La negativa del gobierno a firmar nuevos contratos de exploración y la politización de la agenda energética ponen en riesgo la sostenibilidad de la empresa,” señala Juan Pérez, inversionista.
La caída del valor bursátil y la pérdida de confianza de los inversionistas han debilitado su gobernanza. Aunque ha diversificado hacia gas y renovables, su futuro es incierto.
Las petroleras estatales de América Latina comparten un diagnóstico común: altos niveles de endeudamiento, captura política, falta de reformas estructurales y ausencia de planificación técnica a largo plazo. Mientras que algunas, como PDVSA y Petroperú, están cerca del colapso, otras como Pemex y Ecopetrol aún tienen una oportunidad si toman decisiones técnicas y despolitizadas.
La transición energética, lejos de ser un problema, podría ser una oportunidad. Pero para ello se requiere voluntad política y apertura a esquemas mixtos de participación privada. La historia de estas empresas no está condenada, pero sin una transformación urgente, el futuro será cada vez más incierto para los pilares energéticos de América Latina.
En este contexto, es fundamental recordar la importancia del petróleo. Más allá de ser una fuente de energía, el crudo sigue siendo el motor económico de muchas regiones, una fuente de ingresos fiscales, un generador de empleo y una base para la seguridad energética. Abandonar su gestión técnica y responsable, o politizar su aprovechamiento, no solo es una mala estrategia energética, sino también un riesgo económico y social para la región.
¿Cómo logrará América Latina superar estas adversidades y reconstruir su industria petrolera?
Escrito por una persona 😊, no por la IA.
Si tienes detalles adicionales, comunícalos aquí.